Apego innecesario
“En épocas pasadas, la sociedad empujaba a las parejas que pensaban casarse a comprar un piso
grande, un buen ajuar, buenos muebles...Lo que se dice una sociedad de consumo a pleno rendimiento. Estas generaciones habían recibido, agradecidas, la herencia de sus antepasados y pensaban que, al adquirir todo eso y sacrificar sus vidas por aumentar
el patrimonio, harían felices a sus hijos que continuarían el proceso. Pero en el fragor del combate por sacar adelante sus carreras profesionales y la familia no advirtieron los aspectos negativos del planteamiento ni los cambios efectuados
en la sociedad.
Por una parte, tener un patrimonio extenso: casas, coches, chalets, fincas, etc. supone un mantenimiento del que nadie te advierte, con lo cual se invierten los términos: en vez de tú
poseer cosas, son las cosas las que te poseen a ti. Por otra parte, las nuevas generaciones no aceptan los ideales de sus padres, no quieren vivir para las cosas y por las circunstancias económicas no pueden ampliar el patrimonio sino disfrutar del
familiar. Aquellas generaciones, como Charlot, siempre llegaban tarde a todo. Ellos tenían que obedecer a sus padres sin rechistar y levantarse cuando entraba el profesor. Tenían que portarse bien para que los quisieran; ahora los hijos se sienten
queridos independientemente de su comportamiento. Como debe ser.
--¿Qué hacer? Reflexionar. Ver que todo no está perdido. Intentar aprender de los jóvenes y tomar pequeñas
medidas como las siguientes:
--Calcular al comprar una casa no sólo los metros cuadrados, sino también lo que puede costar al mes la comunidad, la limpieza y el mantenimiento. Éste será su valor real si no
quieres convertirte en esclava/o de tu propia casa.
--Disfrutar de la casa y de las cosas. Nos incitan a comprar, pero no a disfrutar. Esta manía de la sociedad de que en el momento en el que hay un
día libre, un fin de semana, vacaciones o un puente hay que salir corriendo por la carretera tenemos que desterrarla. Hay una cuestión demencial y sólo característica del género humano: cuando terminamos de pagar una casa
y de llenarla de todas las comodidades, nos compramos otra a pocos kilómetros para llenarla de objetos y volver a empezar.
--En vez de regalar cosas que se adquieren con dinero, manifiesta
tus deseos de regalar tu tiempo o tus habilidades; por ejemplo: hacer donaciones de sangre, regalar horas de lectura, acompañar en los paseos a personas mayores o al cine, etc.
--Un
solo hueco en el armario. Prenda que compras, prenda que sustituye a otra que va al contenedor o, en su caso, a un centro de segunda mano.
--Traducir en horas de trabajo lo que te cuestan las cosas en vez de en dinero. Aunque
las cosas valgan igual, a cada persona le cuestan diferente según su nivel de ingresos.
--Examinar con otra persona imparcial tu lista de gastos prescindibles, sin hacerte trampa. Multiplicar el dinero que te ahorras cada mes,
que a lo mejor te parece poco, por lo que te supondría a final de año…”
--María, he leído tu artículo en la revista. No me ha gustado nada. Es oportunista—le dice Marta, su amiga.
--Ya sabes que el tema lo marca la revista--responde María.
--La verdad es que una cosa es predicar y otra dar trigo. No creo que tu forma de vida se adapte a lo que escribes.
--Puede ser, pero pienso mejorar--contesta María, sonriendo.
--De todas formas,
tú sabes lo que pienso sobre ese tipo de revista para mujeres. Yo no escribiría ahí por nada del mundo.
--No
te preocupes porque no te lo van a pedir. Bueno, me voy. Me están esperando--María se va bufando, hoy Marta se ha levantado con el pie izquierdo.