UN PASEO POR CÓRDOBA

Un paseo por Córdoba

 

Tarde de viernes de principios de mayo. La puerta del aula número 5 del Departamento de Literatura Española se abrió y salió María de Castro que acababa de terminar su última hora lectiva. Caminó despacio hacia la biblioteca y murmuró entre dientes:

--¡Se acabó el dichoso viernes!

--Recuerda que viernes viene de Venus, la diosa del amor y de la belleza—dijo una voz a su espalda.

Ella reconoció la voz de Rodrigo Acevedo, su compañero del Departamento.

--Rodrigo, a estas horas, no sé ni cómo me llamo. ¿Has terminado tú también?

--Sí, y quiero hablar contigo antes de llegar al despacho. He recibido una invitación del Coordinador del Departamento para participar como ponente en un seminario en Córdoba—dijo Rodrigo--. Me gustaría que me acompañaras.

--Acepto encantada. Ya nos pondremos de acuerdo para el viaje.

Antes de marcharse de fin de semana, él recogió de la biblioteca los libros que consideraba necesarios: El collar de la paloma de Ibn Hazm, El comentario a los aforismos de Hipócrates de Maimónides, algo de Averroes, de Séneca. Mientras los echaba en el asiento trasero de su viejo coche exclamó: “¡Dios mío, qué fin de semana me espera!”

 Los días siguientes pasaron rápidos con la monotonía del trabajo. María y Rodrigo apenas  se vieron, pero tuvieron tiempo de hablar y ponerse de acuerdo para salir de Madrid en el último AVE del jueves para Córdoba.

Salió tal como lo proyectaron.  Llegaron a Córdoba el jueves por la noche. La ciudad celebraba esos días de principios de mayo sus famosas Fiestas de los patios.

--Si te parece bien, quedamos para mañana temprano, a las nueve. Tenemos que asistir a la presentación del ciclo de conferencias, pero a partir de las doce estaremos libres, ¿vale?

--De acuerdo, hasta mañana. Estoy muerta.

Después de asistir a la presentación del acto, recoger sus carpetas y oír la primera conferencia, salieron los dos dispuestos para una jornada de guiris total.

--¡Uf, qué día más triste!-- comentó María.

--De eso, nada. Para mí todos los días son maravillosos; lo único que hace falta es estar vivos para disfrutarlos. Éste es un día confortable: no hace ni frío ni calor, no llueve, humedad soportable, está nublado, pero bueno…

--Touchée… No digas más, ¿por dónde empezamos?

--Espero no defraudarte porque me he preparado la visita a conciencia. El plan es tomar café en las Tendillas, paseo por la Judería, almuerzo y visita a los patios. ¿Qué te parece?

El día es gris y plomizo. Las estrechas calles, empedradas con guijarros de río que forman artísticos dibujos geométricos, están llenas de personas que visitan la ciudad con motivo de las fiestas. Van en grupos, con ropa cómoda, grandes bolsos, chalecos por encima de los hombros, paraguas y pañuelos al cuello para hacer frente al tiempo inestable. De vez en cuando, las parejas se detienen para admirar una ventana o la reja de un balcón rebosante de flores de todos los colores. A veces, además de los balcones y de las ventanas, los macetones de gitanillas cuelgan de unos apliques de hierro forjado cogidos a las fachadas.

Después de  tomar café en la plaza de las Tendillas, van paseando por un laberinto de calles hasta llegar a la puerta de Almodóvar. Ante la puerta, una estatua de bronce de Séneca recibe al visitante.

--Toma nota, porque mañana lo cito en la conferencia.

--Conociéndote, será una conferencia perfecta.

--Tú me miras con buenos ojos.

Entraron en el barrio de la Judería: estrechas callejuelas, pequeñas y tranquilas placitas, como la que en la propia calle Judíos albergaba la estatua sedente del sabio Maimónides. Se detuvieron delante y pidieron a un turista que, por favor, les hiciera una fotografía.

--Esta escultura también sale mañana.

--Esto qué es, ¿de oca en oca y tiro porque me toca?

--Más o menos. Todavía tienes que ver la de Averroes, por aquí cerca.

El almuerzo fue típicamente cordobés: salmorejo, cola de toro y vino de Montilla-Moriles. Charlaron sin parar.

La gente hacía cola en la puerta de los patios para visitarlos. Bellísimos patios repletos de plantas y flores. En la calle San Basilio se decidieron a entrar en uno. Rodrigo le pidió que cerrara los ojos mientras traspasaban el umbral. Dos arcos daban acceso a un patio. Una vez dentro, María abrió los ojos.

Sólo atinó a decir, asombrada: ”¡Qué maravilla!”

En la planta de arriba, una galería con techo y balaustrada de madera. Colgando de la balaustrada macetas de geranios rojos, morados, gitanillas rosas…En la parte baja del patio, plantas de sombra: trompetas, rosales, helechos, cintas, ficus…Enfrente, sobre la pared encalada, ocho hileras de macetas, colocadas horizontalmente, no una debajo de la otra, sino alternándose en la hilera, al tresbolillo. Las hileras bajan hasta una especie de doble escalera cubierta de claveles, geranios y gitanillas. Debajo, una fuente. A mano derecha y a mano izquierda de la planta baja, las rejas de las ventanas de las habitaciones particulares aparecen completamente cubiertas de macetas con gitanillas colgantes. Todo el conjunto es una explosión de cal y flores.

 Estallan los sentidos: la vista por el deslumbrante colorido, el olfato con el olor a tierra recién regada. Desde la calle, en la lejanía, suena una guitarra, probablemente de un músico callejero, con los sonidos del Concierto de Aranjuez.

--Falta el sol que da luz—dijo María.

--También los días grises tienen su encanto para los románticos como yo. Mañana será otro día.

A las doce de la mañana del sábado, un maravilloso día de sol, el salón de conferencias de la Caja de Ahorros estaba abarrotado de público. Era un público de mediana edad, personas interesadas en el tema. Pertenecían a las diversas aulas para mayores que organizaban las universidades y las cajas de ahorro.

Sentada en la primera fila, María miraba atentamente al presentador de la conferencia, un antiguo alumno suyo que ahora ocupaba un cargo relevante en la Fundación que organizaba los actos. Éste, después de agradecer la presencia de los invitados y resaltar la colaboración de los departamentos de literatura de las distintas universidades, comenzó a enumerar los méritos de Rodrigo.

“Nunca lo hubiera creído.  Rodrigo nunca hace ostentación de nada”, pensó María.

 .

--La verdad es que enfrentarme a un tema con un título como Córdoba, crisol de culturas es cuestión harto difícil—empezó Rodrigo, después de la presentación y los saludos de rigor--. ¿Cómo enfocar un tema de tal magnitud  en tan poco tiempo? He seleccionado los autores más representativos, los he encajado dentro de un concepto amplio de la filosofía y, salvo Ibn Hamz que lo he dejado a propósito para el final, todos los demás están por orden cronológico.

Soltó el párrafo de una vez, como lo había ensayado, y respiró más tranquilo.

--El primer autor que presento por orden cronológico es Séneca. Nace en Córdoba, en el año 4 a. C. y muere en el 65. Pueden ver su estatua de bronce ante la puerta de Almodóvar.

Papini creía que había en la historia una promesa romana paralela y complementaria a la promesa judía. Es decir, que al mismo tiempo que el pueblo hebreo era preparado por la Providencia para recibir al Mesías, el mundo clásico--Grecia y Roma--mediante el humanismo de Sócrates, la metafísica idealista de Platón y las profecías de la Égloga IV  de Virgilio era preparado para esa misma recepción.

Quizás fuera Séneca un digno representante de esta teoría por su actitud en defensa de la dignidad humana, la condena de la esclavitud, la defensa de la igualdad de los hombres,”el hombre es cosa sagrada para el hombre” y toda la teoría filosófica de sus Epístolas a Lucilio. Fue un hombre de mentalidad muy compleja, con una existencia llena de contradicciones y al que le faltó armonizar su conducta con sus principios. Pero este tema de predicar con el ejemplo nos llevaría muy lejos y no es el objeto de esta conferencia.

.Cuando Rodrigo comenzó a hablar, María recordaba a la Dido de los primeros versos del Canto II de la Eneida. Se sentía identificada con ella, en cierto modo. Siente cómo va creciendo su admiración por el ponente a causa de la sabiduría, la claridad y la sencillez de la exposición.

--…en 1126, nace en Córdoba Averroes. Buen musulmán. Según Miguel Cruz Hernández  “el pensamiento filosófico de Averroes, que representa la más lograda labor filosófica del Islam español, constituye al mismo tiempo la más alta cima de la filosofía árabe”. Hombre de gran capacidad de trabajo, tanto que declaró una vez que sólo dos días de su vida no estudió: el de la muerte de su padre y el día de su boda.

Podemos admirar su escultura en el paseo por la ciudad.

--El tercer autor que quiero traer a colación es Maimónides. Nace en Córdoba en 1135 de una distinguida familia. A causa de un edicto contra los judíos tiene que abandonar España. Se establece en El Cairo donde ejerce el oficio de mercader de piedras preciosas. Es el pensador judío cordobés de más altura, más universal y de mayor influencia en la filosofía. Muere en El Cairo en 1204, llorado por hebreos y musulmanes y sepultado en Tiberíades. Tan venerada fue su memoria, que su tumba se convirtió en un centro de peregrinación. Su estatua, obra del escultor Pablo Yuste, podemos verla al pasear por la Judería.

--Finalmente, y, no por eso menos importante, Ibn Hamz de Córdoba. Erudito, nacido en 994, su libro El collar de la paloma es, según Ortega y Gasset, “el libro más ilustre sobre el tema del amor en la civilización musulmana”.

 Te amo con un amor inalterable

mientras tantos amores humanos no son más que espejismos.

Te consagro un amor puro y sin mácula;

en mis entrañas está visiblemente grabado y escrito tu cariño.

Si en mi espíritu hubiese otra cosa que tú

la arrancaría y desgarraría con mis propias manos.

No quiero de ti otra cosa que amor;

fuera de él no te pido nada.

Si lo consigo, la Tierra entera y la Humanidad

serán  para mí como motas de polvo y los habitantes del país, insectos.

Con estos versos termino mi exposición. Espero que esta breve charla les sea útil en su paseo por la ciudad. Ahora, si alguien quiere hacer alguna pregunta sobre el tema y yo puedo contestarla, lo haré encantado. De todas formas, muchas gracias por su asistencia.

--Muy bien, sobresaliente con matrícula—bromeó María, yendo a su encuentro.

--He notado el auditorio un poco frío—dijo Rodrigo--. Pensé que se animarían al diálogo.

--No te preocupes por eso. Las felicitaciones me las han dado a mí por el pasillo. A este grupo le cuesta expresar sus emociones—comentó el coordinador del acto.

Las restantes intervenciones ocuparon la tarde del sábado. Cumplieron con la copa de despedida. Al día siguiente, la Mezquita, el Alcázar de los Reyes Cristianos y el Palacio de Viana.

Comentarios

12.03 | 13:29

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14.07 | 09:44

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