TALLER DE CINE, 8 MARZO 2020
Ana se sentó delante del espejo y empezó a desmaquillarse.
“Dentro de unos días tendré que ir a recoger a Martina”, pensó.
Estaba tan agradecida a la vida que, además de cuidar
a sus hijos,
todos los veranos recibía a Martina, una pequeña con escasos
recursos en su país de origen. Miró
por la ventana y allí estaba la
luna. Sentía complicidad con ella.
Tenía un trabajo
y un buen matrimonio. Su marido y ella compartían
todas las obligaciones. Por ahí, todo bien.
Pero…, siempre hay
un “pero”.
Esa tarde, al volver del trabajo, había leído el anuncio de un taller de
cine para mujeres. Ella
era una mujer con inquietudes. En ese
momento, pensó que le gustaría hacerlo, pero también pensó que
no
tenía tiempo: los niños, la casa, la atención a sus padres, el
trabajo…
Se detuvo un momento, se miró
en el espejo con gesto interrogante
y se dijo: “¿Y por qué no?”
Sonrió y el espejo
le devolvió la sonrisa. Ya encontraría el tiempo.
Aquí están presentes tres símbolos que representan a la mujer:
--El
espejo, donde busca constantemente su identidad.
--La luna, por razones obvias: ciclos menstruales, partos…
--La ventana, por donde
ve pasar la vida sin tomar parte en ella (ver
los cuadros de Edward Hopper).